Han sido días tristes, llenos de amargura, rabia y pena. Dos estudiantes fueron asesinados durante la segunda marcha estudiantil convocada por la CONFECH y por diversas organizaciones sociales y políticas, Ezequiel Borbarán, 18 años, y Diego Guzmán, 25 años. Fueron baleados en plena Plaza Victoria, Valparaíso, por Guiseppe Briganti. En tanto en la USACH un estudiante, Luciano Debrott, fue agredido por Fuerzas Especiales de Carabineros, quienes le lanzaron una lacrimógena a la cara. Producto de dicha agresión, Luciano estuvo a punto de perder su ojo. Posteriormente, en el marco de la marcha realizada este 21 de mayo en Valparaiso, otros dos jóvenes son nuevamente agredidos por Carabineros de Chile: Paulina Estay y Rodrigo Avilés. Rodrigo actualmente mantiene en estado grave y en coma inducido.
Nos duele, nos hiere, nos enoja
lo que está pasando. Son signos de una violencia generalizada y posicionada
desde el estado actual de cosas, de una economía, de un sistema de vida y de
una forma de hacer política que nos reprime.
Estos últimos hechos no son más
que una continuidad de lo que se ha vivido en estos años, de la violencia
estatal en la Wallmapu, de la criminalización tanto de los movimientos sociales
como de las demandas y reivindicaciones por educación, salud, vivienda, tierra
y agua para todas y todos.
A nuestro modo de ver, tanto el
asesinato de los estudiantes como la agresión a Luciano, Paulina y Rodrigo, son
parte de una misma historia, de un modelo de sociedad mercantilista,
individualista, represora, y está bien decirlo: capitalista, que nos enajena de
nuestra propia humanidad. Se siente muy fuerte la huella de la normalización de
la violencia que heredamos quienes crecimos en Dictadura y quienes crecieron y
crecen en este amago de democracia. Basta con leer los comentarios
reaccionarios que circulan en la prensa. En Chile, aún existe gente que
justifica la violencia como un mecanismo de control social, al igual que en los
viejos tiempos, y que hoy se hace presente en lo cotidiano. No podemos
acostumbrarnos a este estado de las cosas.
Si bien nuestra forma de lucha es
la danza -como parte de las diversas formas de expresión político sociales-
también lo es nuestra manera de relacionarnos y de construir otra realidad
posible, desde donde habitar sin perder el cariño y la esperanza.
Es por eso que como colectivo
Quillahuaira, llamamos a repudiar lo acontecido, a conversar del tema en
múltiples espacios, a marchar, a protestar y a organizarnos. Los tiempos que
vivimos no nos pueden dejar indiferentes, es necesario manifestarnos de alguna
o de muchas maneras. Y sobre todo, es necesario que nuestras distintas forma de
expresarnos y de luchar sean parte y estén en coherencia con la forma en la que
nos situamos en este mundo, con la vida que vamos construyendo. Para que algún
día no nos duela el país en que vivimos.
¡FUERZA RODRIGO!
¡JALLALLA!